De nostalgia tibia se hace la tarde
con una amatista púrpura en la esperanza
y un temblor de humo rotándome el sol...
.. me duele el corazón con la intensidad de una ola y la profundidad del cielo... me duele porque llueven las flechas desde la infinitud del todo hacia este punto incansable, a pesar de tanta razón para cesar; me duele porque se me acaban los planos inviolables y la serenidad del pintor, porque los paisajes se hacen grises aunque invente los colores, porque no me sirven los pinceles descaretados, los trazos sinceros... vitales... enamorados... ¡qué obra la mía, de comenzar una carta y terminar llorando papel y tinta?... palabras, impotencias verbales, deseos o juicios... soledades... ¿quién quisiera enterarse de una mujer sucia de dolor, que le da la espalda a la normalidad, a la comunidad, a la cordura, a la sociedad, a sus leyes, a la moral y a la política? casi anárquica indecente... pero anarquista absoluta, sin relatividades acomodaticias, aunque viviendo en el reino en que es Otro el que decide el día de su muerte... qué ironía... No hay dios, amigo, hay un insulto agudo afectándome los cielos... no hay rostros, hay canciones de moda para llenar los espacios serviles y poder disfrazar un dínamo inerte... también hay recuerdos (los mejores) como una vil terapia para sonreir. Lo asumo.
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