Esa última patada en mi hocico de profeta fue la que esperaba para borrar con la cola los vestigios de los que ya perdí cuenta... te felicito... eres el campeón de la crueldad... ni el mastín más colosal podría hacerte el peso, zapato sapiens sapiens...
nunca entendí por qué me llamabas a tu puerta con un silbido que hacía eclosionar mi esencia lúdica como serpentina en el viento ... y yo corría, dejando atrás patria, bandera, huesos, pulgas, tres vueltas y... con ladrido soprano en la vanguardia e ignorando la sospecha cada vez más densa... llegaba a tu lado para lamer el beso doloroso... caninas ironías, perrunas verdades
fueron tantas las veces que me invitaste a entrar y las misma que me pateaste, que este tiempo extraño de entusiasmo era como la historia sin fin de mi baba en tu zapato...
ahora me voy, con varios dientes menos y un agujero en la frente, por el que se asoma un ojo árido, insensible, sabio... viejo... auque aun sin entender la razón de tanto castigo.
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